16 septiembre 2011

Sé...

Y reaparece el dolor. Ese dolor que deja marcado mi pecho en noches heladas cubiertas por la neblina. Ese dolor que recuerdan las sonrisas, las palabras, los suspiros, las lágrimas. El dolor que sabes que provocas en mi aunque nunca te lo haga saber con mis palabras.

Eres como el demonio disfrazado que persigue a los corderos en mis sueños, en mis días, en mis noches. Eres como el veneno más puro, divino y más deseado por mi paladar. El veneno que matará todo lo que soy, todo lo que he creado, todo en lo que me he convertido... lejos de ti. Lejos de tu encanto, lejos de tu adicción, lejos de tu je ne sais quoi. Lejos de ti.

¿Seremos siempre los enemigos en esta historia de amor?
¿Seremos siempre ese amor en tiempos de cólera?

El sabor amargo que me dejas hoy será el mismo que vivirá en mí hasta el fin de este tiempo. Sólo ponme a prueba. Sólo tientame. Así sea en la oscuridad, así sea aprovechandote de mi dolor; pero hazlo hoy.

Despiertame por las noches y apagame en las mañanas, que esta melancolía no tiene fin. Que esta melancolía no desaparece con los años. Y aunque suelo sonreír, y aunque suelo caminar, y aunque suelo respirar; no hay mayor dolor que tu recuerdo comiéndome viva por dentro.

Pintame un sueño, pintame una esperanza, pintame un camino para saber que debo hacer. Contigo mi voluntad se anula. Contigo pierdo el control. Contigo me pierdo a mi misma. Por eso te odio. Por eso te amo.

Sé la nota que suena en mis dedos y se desvanece en el aire. Sé la impotencia que ha recorrido mis venas desde el primer segundo que llegaste a mi vida. Sé mis lágrimas. Sé mi odio. Sé mi amor. Sé el tumulto de corazones que palpitan golpeando mis creencias; porque ni siquiera tu dios puede salvarte ahora. Porque ni siquiera tú puedes salvarme.

Sé mi todo, sé mi nada. 
Y desaparece al amanecer entre el tumulto de corazones.