06 septiembre 2010

Ya no opacarás más al sol

Normalmente en la vida damos gracias por los seres que conocemos y por lo que vívimos con ellos.

Resulta que este no es ese caso.

Este es el caso donde quisieras rogarle a los dioses que desaparezcan para siempre el día en que conociste a ese alguien. A ese alguien que te usó, o a ese alguien que te manipuló, o quizá a ese alguien que te mintió.

No caigamos en juegos de villanos. Todos hemos pasado por esa experiencia tan caótica y tan asquerosamente putrefacta que nos regala la vida y yo... yo no fui la excepción.

Tan hermosos que se ven los pájarons y arcoiris al momento del inicio, cuando aún no conocemos el verdadero pensamiento ajeno y lamentablemente confías hasta que terminas perdido en un hoyo de profundidades desconocidas con la ira volando en tus venas, tus ojos alarmados y quebrados de tanto llanto, gritos en tus labios y moretones en tus manos de tanto descargar tu odio contra el muro de concreto más cercano.

Sé que tú también has llorado y pataleado por perder tu juguetico favorito, aquel juguete al que le hacías de todo sin importar las consecuencias. Aquel juguetico que ciegamente hacia todo por ti pero aún asi, tu no valoraste ni media raíz. Si... tu juguetico favorito.

Sin importar como destruías la sonrisa de aquel pequeño juguete que no tuvo donde esconderse.

Hoy ese frágil instrumento de tu entretenimiento se ha fortalecido, ha crecido y ha aprendido de abusadores como tú y ahora se enfrenta al mundo con más deseos de hacer, de conquistar, de tener... Por una muy sencilla razón... Ya no estás opacando más al sol.

Hoy sólo queda rencor, asco y lástima por tí. Hoy no quiero escuchar más tu voz ni sentir más tu piel ni respirar el mismo aire q tu respiras; simplemente porque con víctimas que crean berrinches y llorantinas, la autora no se lleva ni conversa, ni juega ni pretende.

Quien sólo ve un lado de la historia es una persona cobarde que no afronta sus pecados y lanza su maldición al fondo del mar, creyendo que estando ahí, desaparecerán. ¡Ah! ingenuidad.

Intentaa preservar un poco de tu dignidad y calla. El sabio aprende a callar pues la vida misma se encarga de defender a cabalidad si tus acciones han sido de un buen constatar.

Desaparece ahora de mi vida que prefiero reirme un poco de tu inmensa ignoracia y falta de virilidad.

Intenta superarlo y verás como todo cambiará.